I BELMONTADA EXTREMA (y última)

BELMONTE DE GRACIÁN

20 y 21 de Junio de 2009, de Zaragoza hasta Belmonte de Gracián, 2 valientes (Chema y Tomás), 95 km, 19:50 horas andando.
Con estos breves datos, pero contundentes, uno se percata del porque del apelativo de EXTREMA. Todo comenzó hace unos 2 años, allá por los Montes de Torrero, un día con mucho aire, en una de esas andadas de rutina a nuestra querida Balseta, allá por el Cabezo de las Zorras. De repente, una bombilla apareció encima de mi cabeza y la idea se empezó a cocer a fuego lento.
De joven fui en bici por la antigua nacional, y ahora, ¿porque no voy andando?
La maquinaria se puso en funcionamiento, planos, rutas, mapas, gps, y cuando estaba todo más o menos perfilado, solo me faltaba un compañero "temerario"para acometer semejante proyecto. Cuando este insensato apareció, gracias a una ingente cantidad de engaños y cebos que le puse, iniciamos esta Belmontada, tal vez emulando a esas tropas celtíberas o romanas, que se desplazaban por la Celtiberia, con cargas de hasta 50kg, sin rechistar, sin gore-tex, sin restaurantes como el de Almonacid de la Sierra con sus 20 platos de menú. Si pienso lo que hicimos desde ese punto de vista no me parece que hayamos hecho gran cosa. Así piensa mi suegro también: "Eso que habéis hecho es una tontería", aplicando la teoría nunca escrita de que "donde no hay ganancia, la pérdida está segura".
PRIMER DÍA
Tontería o no, el 21 de Junio de 2009, nos reunimos en Valdespartera, yo acudí desde la República Independiente de Torrero, Tomás desde Vía Hispanidad, para desde allí, y atravesando ingentes hordas de heavy-metaleros (se celebraba allí donde las ferias el festival Metalway), subir a la ermita de Santa Bárbara, y echar una última ojeada a Zaragoza, que seguía allí a pesar del intenso cierzo que corría, y que nos acompañó muy a nuestro pesar, todo el día. Previamente, al resguardo de los muros que todavía quedan en pie, echamos al cuerpo el primer refrigerio de este viaje.
Tomamos dirección hacia los molinos de La Muela, caminando por las laderas que bajan hasta los pueblos de la carretera de Valencia. Desde la carretera de Madrid, cuando paso en coche se ven molinos, pero no imaginaba que hubiera tantos, nunca acababan, y ya no los dejamos hasta que se divisa la carretera de Muel a Epila, allí mismo se acaban.
El siguiente tramo, que se hizo especialmente largo nos llevaba a Alfamén. Al llegar a este pueblo, pensamos que habíamos andado tanto que estábamos en Burundi, dada la cantidad de africanos que aparecían por cualquier construcción cercana al pueblo, granjas abandonadas, casas en ruinas,... Supongo que serían gajes de la fruta. En el pueblo bebimos algo, y continuamos hasta el destino final del día, Almonacid de la Sierra, en la base de la Sierra de Algairén.
Allí nos recibieron nuestras enfermeras de noche, que nos aplicaron una vez duchados, esos masajes reconstituyentes de pies, durante los cuales pensé que estaba en el Paraíso. Tras esos cuidados paliativos, nos esperaba el restaurante de los 20 platos, pero con una cena ligera, necesitábamos más dormir y descansar que comer.
El día languidecía para nosotros, pero nadie nos podía quitar los 62 km andados, las 15 horas mordiendo el polvo por los caminos (incluidas paradas), a una media de 4,1 km/h. Ahora aquí vendría el sonido de un ronquido.

SEGUNDO DIA
No sé como pudimos levantarnos de la cama, pero al rato, ya estábamos metidos en harina, surcando esos senderos, buscando alternativas a caminos vedados para nosotros, y solo permitidos para dueños de fincas particulares. Al poco de salir de Almonacid te encuentras con una especie de reserva cinegética privada, que además de animales encerrados entre sus límites, también cuenta con el camino que pensábamos tomar. Cogimos otro que teníamos más a mano, y alcanzamos la primera cima de las tres previstas antes de llegar a destino. Bajamos al valle del Tiermas, y allí nos encontramos con nuestro primer problema del día. Un mar de zarzas nos impedía cruzar el Tiermas. Valle arriba y valle abajo hasta localizar lo más parecido a un paso hacía la 2ª tachuela del día, campo a través. Una vez alcanzada esta segunda cima, ya divisábamos la Sierra de Vicor, con su pico del Rayo, y abajo en el valle Santa Cruz de Grío, nuestro próximo destino. Ya de bajada cogimos un camino equivocado que nos abocó a un barranco, lleno esta vez de... más zarzas. Lo mismo que la otra vez, vuelta para arriba campo a través en busca del sendero perdido, y que una vez encontrado nos llevó a orillas del río Grío, dónde tuvimos que buscar un lugar adecuado para vadearlo, y seguidamente ascender por una durísima pendiente hasta Santa Cruz, dónde en una plaza con fuente, paramos a aplacar nuestra sed y calmar nuestro cansancio antes de proceder a rematar la faena.
Ya solo nos quedaba una fuerte subida hasta Viver de Vicor, barrio de Belmonte de Gracián, no sin antes constatar que una vez más nuestra ruta no era la correcta, en unos casos por desaparición de antiguas vías pecuarias, en otros por evitar transitar por caminos privados. Nuestra tozudez maña, nos impedía reblar, y una vez más encontramos nuestro camino, ¿cómo?, pues campo a través, le habíamos cogido gusto. Ya en Viver sólo nos quedaba ascender a La Concha, y desde allí todo era bajada hasta nuestro destino, BELMONTE DE GRACIÁN, dónde no nos esperaban ni las autoridades, ni gente alguna digna de mención.
Fue una idea, luego me quitó un poco el sueño, pasó a categoría de obsesión, y finalmente, una realidad, que con el paso del tiempo, me gustaría que se convirtiera en una historia de esas que comienzan así:
"Sabíais que vuestro abuelo, junto con un amigo, una vez, vino andando desde Zaragoza... "

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