DEL SANTUARIO DE RODANAS A LA BUITRERA


¿Para qué madrugar si vamos al lado de Épila, a 50 Km por autovía, a dar un paseíco antes de comer? No lo parecerá, pero teniendo en cuenta que quedamos a las 8 en el campus, empezar la andada a las 10 fue milagroso, porque en esas dos horas tuvimos que pasar...¡¡¡por Alicante!!! El Alicante es un bar de Torrero al que tuvimos que desviarnos para recoger a un pacharano que salió de casa sin llaves ni mochila y que tuvo que darse una vuelta por Zaragoza para conseguir otras llaves... para más señas, el líder y organizador de la excursión...¡¡¡en qué manos estaba nuestro destino!!! En fin, ni caer en el Alicante es un castigo ni andar era nuestro principal objetivo, para qué nos vamos a engañar, así que nos tomamos tranquilamente un cafecito y Longasmán aprovechó para meterse entre pecho y espalda un pedazo de churro de palmo y medio con chocolate en los extremos...más que un churro parecía una mancuerna. Después del redesayuno pusimos rumbo al santuario de Rodanas, cerca de Épila y Ricla... eso sí, ya que sales de casa hay que aprovechar para ver mundo, así que dimos un rodeo pasando por Muel (el bar Muel no existe, listillos; me refiero al pueblo).

A eso de las 10 llegamos al inicio de la excursión. Sin ninguna excusa más para retrasar el principio de la andada, nos echamos al monte cinco pacharanos: el Chema, el Longasmán, la Mariángeles, el Alberto y el Juan Carlos. Todo un equipo curtido en tres miles... (¿que se escribe junto? No, no, separado: TRES MILES: tres montes de mil metros cada uno), con cursos de alta montaña (vale, sí, por fascículos...igual nos los leemos algún día), ¡¡¡con horas y horas en El Serón respirando alpinismo!!!, que miraba por encima del hombro lo que no parecía más que un paseíllo: tres ridículos montículos de menos de mil metros, sin nieve, sin hielo, sin nada que escalar... ¡Qué atrevida es la ignorancia! Un poquito más de respeto a la “baja montaña”, que encierra dificultades para las que ni los himalayistas están preparados: al Pauner querría ver yo rodeado de aliagas salvajes (o selváticas); habría que ver si el Juanito Oyarzábal conseguía esquivar al tío Eusebio, el propietario del sembrado que tuvimos que pisar; habría que ver a la Pasabán intentando orientarse por los cerros de Épila... porque las vías para subir al Everest están descritas en cualquier sitio: pones en google “subida Everest” y te salen miles de entradas, pero tú pon “subida Monegré” y ya verás qué risa. No había en todo el camino ni un cartel, ni una señal, ni una azafata que nos acompañara... ¡nada! Pero el equipo pacharano tenía un arma secreta: su denominación inglesa es yipiés, en español se traduce por gepese y en correcto hablar de Aragón podemos llamarle el cacharrico. El Chema, propietario del cacharrico, veía en la pantalla unas rayas y nos iba diciendo “por aquí...por allá”... y oye, lo clavó. Ni una embarcada, ni una enriscada... ¡¡Chema, que te puedes dejar las llaves si quieres, pero el cacharrico no te lo olvides para la próxima!!

El cerebro mononeuronal del cronista no da para recordar muchos detalles del camino. Pistas que aparecían y desaparecían, los sembrados del tío Eusebio, campos de almendros en flor (¡qué preciosidad!), laderas llenas de plantas punzantes de todo tipo...Y finalmente, la subida a La Buitrera por un estrecho barranco sorprendentemente frondoso. Nuestros informes indicaban que en una de las rocas del barranco se hallaba una pintura rupestre, en concreto un bóvido... lo buscamos con fe, con ilusión y empeño hasta que uno de nosotros hizo la pregunta clave: “¿qué ostias es un bóvido?”... como respuesta solo se oyó el eco y todos entendimos que la búsqueda había terminado. Continuamos hacia La Buitrera bajo la atenta mirada de un buitre que esperaba que alguno de nosotros se despeñara por la pedrera final, pero no le dimos ese gusto. Llegamos a la cima a eso de la una y media. Buenas vistas de la val del Jalón, con la sierra de Algairén al fondo, del pico del Rayo, del castillo de Mesones (habrá que visitarlo un día, que a vista de prismáticos promete) y del Moncayo (con nubarrones agarrados a su silueta... lástima). Y hambre. Muchísma hambre.

Fotos de María Ángeles L. (en la foto de grupo no sale, gajes de ser la fotógrafa oficial)

Texto de Juan Carlos M. (que tomaste antes de escribir esta crónica)

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