ALADRÉN - EL SANTO (8-1-11)

En esta ocasión la zona elegida es por la comarca de Campo de Cariñena, para lo cual tomo la autovía mudéjar hacia Teruel y pasado Cariñena tomo el desvío a Paniza, y de allí hacia Aladrén, lugar de inicio de nuestra excursión. Es un pueblo muy pequeño, de unos 60 habitantes, pero tiene su encanto, rodeado de ermitas y pequeñas elevaciones. Una vez aparcado el coche, un lugareño me ofrece charla y me informa de la existencia de un bar en el pueblo, cosa que agradezco, pero declino la oferta, ya había tomado café. Hablando de la dirección que voy a tomar me informa de que existe una senda interesante hacia "el Santo", que no sé si será la que tomé, pero agradezco también esta ayuda.


En la misma carretera ya hay postes indicadores del PR-Z 141, camino que une Aladrén con Tosos y que coincide casi en su totalidad con el recorrido que tenía previsto. Me percato de la presencia de varios coches aparcados a pie de carretera, con remolques, y estos a su vez, llenos de perros. ¿Habrá batida también hoy? En ese momento, quizá debido a la presencia de esos siempre incómodos cazadores, mi cámara decide soltarse de mi mano, golpear el suelo y tomarse unas vacaciones hasta que no la lleve al servicio técnico. Así que a tirar de móvil.
Inicio el camino comentado, casi a la vez que toda la comitiva de cazadores, todos me saludan, todos nos miramos, nadie informa de nada, ni yo pregunto nada. Vuelvo la vista hacia el pueblo y puedo contemplar en lo alto la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, excepcional mirador de los campos de viñedos. Más adelante cruzo el río Aladrén, sin agua, y el barranco de Valhondo, también sin agua, y que me situa ya en termino de Tosos, contemplando a mi derecha la ermita de San Clemente.
Mis sospechas se confirman al rato cuando veo el cartel indicador de batida de caza mayor, y que a pesar de ello, no me impide continuar ya que de momento ni oigo perros ni disparos, pero un poco más adelante observo un cazador en su puesto, mirándome con cara de incredulidad y aconsejándome que pase rápido, que llega la "tormenta".
Poco antes he abandonado el PR y tomo una senda a media ladera y hacia abajo, y por la que a mi izquierda contemplo desde lo alto, más cazadores con sus chalecos reflectantes. Acelero el paso, salgo de la senda y vuelvo al PR, con otro cartel que avisa de la cacería por la parte de abajo.


Aquí ya puedo contemplar de lejos el monasterio cirteciense en ruinas del siglo XIII, primero de esta orden en Aragón, conquistado por Alfonso I el Batallador y por el que pasó El Cid Campeador. La loma dónde se apoya el monasterio es culminada por el castillo de Alcañicejo. Aquí se levantaba un poblado conocido como Alcañiz de la Huerva, deshabitado hace unos 500 años, y que aparece en el Cantar de Mio Cid, con escasa importacia como lugar, pero importante como cruce de caminos, por el que pasaban las tropas cordobesas cuando venían a sofocar rebeliones de la taifa de Zaragoza.

Visito lo que queda de monasterio, dónde la imaginación trabaja más que los sentidos, y me acerco a visitar el pantano de Las Torcas, que en su parte alta esta seco, exceptuando el Huerva que corretea por su lecho, lo mismo que en mi anterior visita al de Mezalocha, y que viene de unas hoces, objetivo de una próxima excursión. Remonto el Huerva hasta que me lo impide la vegetación, y me subo al castillo comentado, desde dónde observo buitres, garzas, pescadores,... y la batida de caza.



Así que saco mis anteojos y me dispongo a contemplar como se desarrola la batida, entre tiros, ladridos de los perros, gritos de los resacadores, etc, y alcanzo a ver a un jabalí que escapa por un sembrado casi andando, luego me enteré de que podría estar herido.
El camino de vuelta está siendo usado como campo de tiro, así que me acerco a una cabaña cercana de donde sale humo de una chimenea, a pedir información sobre caminos alternativos, ya que la cacería continua. Una vez en la puerta sale una señora mayor que muy cortésmente me informa de otro posible camino, y me comenta que ella también ha estado tirando, pero que se ha vuelto a preparar la comida a los cazadores. Se dirige a la cabaña para enseñarme su escopeta, al rato sale con un Winchester en la mano, me dice que es como el John Wayne, me deja cogerlo. ¿Campo de Cariñena o Texas? Empiezo a dudar. Me dice que llevan en la cabaña varios días y que a veces desde la misma puerta puede disparar a jabalíes y cabras montesas que pasan por los pinares que tiene delante.
Estoy a punto de irme a coger la ruta alternativa cuando aparece un cazador con lo que yo creo que es un morral grande, y que no es otra cosa que un corzo hembra que ha abatido, y que lo llevaba al hombro como bolso de Loewe. Lo tira al suelo como el que tira un saco y comenta que la batida ya ha acabado, así que puedo volver por el PR. Detrás del cazador los perricos, dando brincos, con la lengua fuera y muy cansados, la mañana ha sido dura para ellos.
De vuelta me voy cruzando con los coches que bajan a dar buena cuenta de la comida que les ha preparado al abuela de John Wayne. Todos se paran a comentarme que he elegido mal día para pasear por allí, pero bueno, he sobrevivido, no como esos dos jabalíes que llevan en la parte trasera de un 4x4, uno de ellos muy grande, de unos 100 kg.


Ya cerca de Aladrén, me doy cuenta que llevo unas cinco horas sin sentarme, así que en un banco doy cuenta de ese bocata de tortilla de patata que llevaba, y que si me descuido me lo llevo de nuevo a casa.
Regreso a Zaragoza, la aventura se ha alargado, cansado, me espera una siesta.

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